Entre la tierra y el mar

Había nacido con lo que la gente denominaba don pero que a él le parecía una maldición. Desde pequeño escuchaba los problemas de la gente y ellos, después de hablar con él, sentían que se habían quitado un peso de encima, veían las cosas de un modo más positivo y estaban dispuestos a resolver cualquier inconveniente. Mientras tanto, el pobre Nico cargaba con las preocupaciones y las almacenaba en su interior, tenía una especie de disco duro virtual en el que se almacenaban las penurias de todas las personas que se acercaban a él. Como todo en esta vida, la capacidad de Nico para soportar eso tenía un límite. Con los años, la gente que hablaba con él cada vez era más y lo hacía más a menudo por lo que él no podía casi ni dormir, las voces de toda esa gente le retumbaban en la cabeza por la noche y los problemas de los demás los sentía como propios.

 

Un día decidió huir de su casa, de su ciudad y se marchó al extremo más lejano de su país, donde la tierra se acaba y empieza el mar. Era un día con bastante viento, nublado y con mucha humedad, dejó su mochila sobre una roca y se acercó al acantilado. Al llegar al borde unas cuantas piedrecillas se desprendieron así que dio un paso atrás para poder contemplar el paisaje sin ningún peligro. Su tensión era tal que abrió la boca y emitió el grito más desgarrador que nadie haya oído, junto con el aire iban saliendo por su boca todas las lamentaciones que había acumulado en su interior y que le estaban haciendo la vida imposible. Cuando acabó de soltar todo lo que llevaba dentro se quedó sin fuerzas, le temblaban las piernas y tuvo que sentarse en el suelo. El día continuaba gris pero él lo veía todo de otro color, un color brillante y lleno de vida. Parecía que había encontrado su otro yo y estaba dispuesto a seguir para adelante superando cualquier adversidad con la facilidad de un saltador de vallas.

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5 respuestas a Entre la tierra y el mar

  1. Javi dijo:

    Eso seguro que fue lo que causó la capa de ozono.

  2. Rosa dijo:

    Yo lo que quiero saber es si esto es realmente posible. Si es posible gritar hasta soltar toda la mierda que se lleva dentro. La propia y la ajena. La que guardamos y la que no podemos soltar. La que pudre si la contienes y la que pudre si la vomitas.Porque si fuese posible, si realmente se pudiese vaciar uno de todo de vez en cuando, se iba a ir al carajo la capa de ozono, aunque solo fuese por un día……

  3. Laura dijo:

    Pues yo estoy segura de que sirve como sirve el pensadero de dumbledore, es más, he comprobado que sirve. Yo creo que la gente que chilla de vez en cuando, incluso los que gritar en su vida diaria son más felices. Preguntaré a Punset

  4. Carlos dijo:

    A la gente que absorbe las miserias ajenas y es utilizada como paño de lágrimas yo les llamo albañales.
     
    Con respecto a lo que dice la joven de la perla, sí que gritar es bastante "desahogante" (ahora mismo dudo si existe tal palabra, tengo sueño), pero como siempre, hay muchas formas de gritar. Unos lo hacen con la voz, otros haciendo deporte, otros pegando palizas… yo, particularmente, lo que hago es cuando estoy que no puedo más, me pego una carrera a toda velocidad hasta que me caigo al suelo de cansancio.

  5. rusineta dijo:

    muchas veces un rato de soledad y un grito a tiempo son lo que necesitamos, sin más aditivos

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